La informadora de Mario descubre la identidad de uno de los etarras disidentes. Mientras, el capitán e Izaskun arriesgan sus vidas para conseguir información de la mafia marsellesa, a punto de vender explosivos a los terroristas creyendo que son ladrones de bancos. La única decisión posible es permitir la entrega, seguir a los etarras y desarticular el comando antes de que actúe.